15 de noviembre de 2009

Estaba ebria, y aún así seguía tomando. Sentada en la barra, con mi fiel cerveza Quilmes.

Desde que tenía catorce años que la Quilmes y mi mejor amigo David eran los únicos que se mantenían fieles a mí.

Ese pub no me gustaba mucho. Pero ahí iba gente conocida, así que, no le prestaba mucho atención a aquella música electro fuerte, a la gente bailando, y a los idiotas que siempre decían alguna que otra idiotez, justamente.

Y así me pasó esa noche.

Lo vi entrar por la puerta. Era alto, de aproximadamente un metro setenta y cinco, ojos celestes verdosos, pelo lacio, lindos brazos, y obviamente, lindo cuerpo. En otras palabras, era hermoso, y era muy conocido, tanto en el pub como en la ciudad. Yo sabía quién era él. No solo porque las estúpidas de dieciocho años que iban al bar estaban enamoradas de él. Sino porque el tipo, había estado con varias amigas mías, y con medio pub, en otras palabras. El flaco era un semental. Pero un tremendo arrogante, borracho, y se cagaba a piñas con el primero que lo jodiera. Eso para las minas generalmente es OH WAW! A mi me daba lo mismo lo que el flaco hiciera. Era un soberbio egocéntrico arrogante y yo no soy de hablar por hablar. Aunque nunca había cruzado palabra con él, me daba cuenta de eso. Era fácil darse cuenta con solo escuchar una conversación de él durante diez minutos.

Entró riendo con todos sus amigos, y ya de una empezaron a saludarlo minas. Algunas eran las estúpidas de dieciocho años de las cuales ya hablé, otras eran algunas ex novias, otras eran minas que habían tenido un affair con él, y bla bla bla. Todo el repertorio.

Yo seguí tomando, y ni presté atención.

Pasó más o menos una hora, yo ya estaba medio aburrida. Pero, no tenía señal en el celular, y sola de ahí no me iba ni loca, además, estaba borracha y ni daba. Necesitaba a David, una vez más. El siempre me venía a buscar al bar cuando yo no estaba en condiciones de irme sola. Y cuando estaba sobria también. A veces, sin que yo se lo pidiera.

De repente sentí que ese alguien se paraba detrás mío.

- Linda, tenés hora? Porque me parece que se me paró entre las dos. - me dijo al oído ese "alguien".

Me di vuelta y era él. El arrogante ese.

- Haceme el favor, y no me jodas. - le contesté, y me di vuelta de nuevo. Estaba demasiado ebria como para aguantar semejantes pelotudeces.

El tipo no se fue.

- Mi amor, mostrame una que yo me imagino la otra. - me dijo otra vez al oído, y no solo eso, sino que esta vez me agarró de la cintura.

Me levanté, así como estaba, y no sé por qué no le partí la botella de cerveza vacía en la cabeza.

Le pegué tres empujones y lo dejé afuera. Estábamos cerca de la puerta, confieso. Pero con la bronca que me agarró en ese momento lo habría dejado afuera así estuviéramos en la otra punta del pub.

- Qué te pasa, idiota? - le dije tambaleándome. El también se tambaleaba.

- Epaaa, qué pasa? Si querés tocarme no hace falta que me empujes, bonita. - me contestó él con una sonrisa.

No le hubiera pegado si no me habría

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