21 de octubre de 2009

Salió de la cocina llorando, y gritándole a su madre que "no entendía nada".
Se encerró en su cuarto, tomó su guitarra, y comenzó a tocar, de una manera, casi violenta. Enojada, triste, con ganas de romper todo, de llorar todo el día, de meterse adentro de su cama y taparse hasta la cabeza. De agarrar su almohada, ponérsela en la cara, y ahogar un grito. Así se sentía Valentina, y parecía transmitir toda esa bronca, esa furia, y esa tristeza en su guitarra.
Siempre tocaba esa canción cuando estaba triste. Siempre aparecían en su mente los acordes de Canción para mi muerte, de aquel músico, genio y loco, en partes iguales, que Valentina admiraba.
Su madre la escuchó tocar. Le encantaba escuchar a Valentina tocar la guitarra, y ya hacía cuatro años que la oía.
Oyó como rasgaba las cuerdas con violencia al principio, y como con suavidad luego. Y pareció darse cuenta, de la amargura y tristeza que tenía Valentina en ese momento.
Lo pensó durante media hora. Y aunque media hora era poco tiempo, lo pensó bastante. Se dio cuenta de que su hija realmente amaba la música, y a esa banda. Se dio cuenta de que quizás ella no comprendía ese amor, pero si hacía feliz a su hija, no podía impedírselo.
- Valen... - dijo abriendo la puerta del cuarto de Valentina.
Valentina le dirigió una mirada que mezclaba reproche, bronca, tristeza.
- Qué querés? - le preguntó de mala manera.
- De verdad es muy importante para vos ir?
- Me lo estás preguntando en serio?
Hicieron una pausa, Valentina seguía enojada, y mantenía esa mirada que le había dirigido a su madre cuando ésta había entrado en la habitación.
- Valen, sé que vos pensás que yo no te comprendo nunca. Y la verdad, muchas veces te comprendo, y algunas otras trato, y por más que quiera comprenderte, siento que no puedo. Esta es una de esas veces, pero supongo que tengo que dejarte ser feliz. Sé cuanto significa ese trabajo para vos, sé que ser... Qué ibas a ser de la banda?
- Plomo.
- Bueno, eso, es importante para vos, y no puedo decirte que no. Pero prometeme que me vas a llamar, que voy a estar comunicada de alguna forma con vos.
- Eso significa que... me dejás? - preguntó Valentina, esta vez, con una mirada llena de ilusión, y con una especie de mueca que prometía ser una sonrisa en su rostro.
- Sí... te voy a dejar pero... - apenas su madre terminó de decir esto, Valentina se paró de un salto, y abrazó (con guitarra y todo) a su madre, diciéndole "Gracias" al menos siete veces juntas.
- Pará, no me dejaste terminar. Quiero estar comunicada con vos, me vas a llamar mínimo cada tres días, y quiero que tu estado de salud esté bien, se entiende? - le dijo su madre, en tono condicionario.
- Sí, sí, ma. Gracias, en serio, gracias. - le contestó Valentina, y aunque todavía no eran las dos de la tarde, tomó un par de cosas, se vistió, y salió para el hotel.


Al llegar al Sheraton, se encontró con algo que no esperaba. Un sinfín de periodistas intentando entrar, y muchísimos fanáticos, aunque no tantos como el primer día de llegada de la banda.
Y todo el mundo hablando de ella. O mas bien, de la persona a la cual Noah le había dedicado la canción.
Cómo haría, en esas condiciones, para entrar al hotel? No tenía, ni siquiera, su sobretodo para taparse un poco, aunque sea. Era arriesgarse a entrar y ser descubierta, o irse.
Por suerte, alcanzó a escuchar la conversación entre un periodista y uno de los guardias:
- Señor, usted qué sabe sobre la supuesta fan que entró aquí y a la cual Noah Grown le dedicó una canción?
- Lo lamento mucho, pero tenemos prohibido terminantemente hablar.
También oyó como el periodista intentaba sobornar al guardia, y como el guardia le pedía que se fuera, así que se tranquilizó.
Pero en cuanto entrar, y algún periodista la viera, iban a suponer que era ella. Por suerte, esta vez, no traía remera de Draft.
Se dirigió hasta la puerta, pasando por entre medio de la gente.
Fue hasta donde se encontraba aquel guardia que el periodista había querido sobornar, le dijo su nombre, y el guardia, al darse cuenta de quién era, la dejó pasar.
Estaba yendo hacia el ascensor, cuando se encontró con aquel botones que la había ayudado a entrar a la habitación de Noah, hacía dos días.
Lo llamó, y el botones se acordó en seguida de ella.
- Vos le dijiste algo a la prensa de mi? Todo el mundo está hablando de mi! Bueno, no precisamente de mi, pero vos entendés. - le dijo, hablándole en un tono bajito, ella.
- Sí, sí. Escuché el recital por la radio. Noah te dedicó una canción no? Ahora todo el mundo está hablando, pero yo no dije nada. - contestó él, con ojos sinceros.
- Entonces fueron los guardias, o la mucama. - pensó Valentina en voz alta, y agregó - El recepcionista no creo, sería muy poco profesional de su parte.
- Qué mucama? Los guardias, imposible. No hablan con la prensa ellos. Fijate que los echan en seguida. Y los recepcionistas acá son dos. Pero ambos son muuuuuy discretos, y no creo que hayan sido ellos.
- Una mucama a la cual le pedí ayuda yo, antes de encontrarme con vos, para entrar al cuarto de Noah.
- No tenés idea de como era su nombre?
- La verdad que no, pero te la puedo describir. Era bajita, morocha, parecía una mujer de entre veinticinco y treinta años, como mucho. Tenía el pelo largo y atado y ojos grandes. - describió a la mucama, Valentina.
El botones se quedó pensando un momento.
- Según tu descripción, podrían haber sido Isabella, o Bárbara. Pero no estoy muy seguro.

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