30 de octubre de 2009

William bebía y bebía, y no paraba de mirar a Valentina, que fumaba uno de los cigarrillos psicodélicos que le había dado Binzy, y entre tanto y tanto se besaba con Noah.
Todos estaban ebrios, la música estaba muy fuerte, y el lugar estaba todo oscuro, con algunas luces que dejaban el ambierte en una semipenumbra digna de un pub.
Valentina se dirigió a la barra, con intención de buscar otro Martini. Caminaba medio tambaleante, y se sentía algo mareada. Pero no le importaba.
Estaba esperando a que el barman le diera su trago, cuando de repente sintió que alguien la tomaba por la cintura con una sola mano.
Creyó que era Noah, y volteó sonriendo. Pero al darse vuelta, se dio cuenta de que era William, y dejó de sonreir.
- Te quiero pedir perdón. - le dijo William, con voz de borracho, y ojos tristes.
Los ojos de William eran tan profundos, de verdad que parecían ojos tristes. Eran de un celeste medio verdoso raro, y medio "caídos". Quizás por eso podían expresar tristeza.
- Perdón por qué? - le contestó Valentina, también borracha, haciéndose la que no entendía.
- Por como te traté. - exclamó William, bajando la cabeza, algo afligido.
- Ah, bueno, no te preocupes. Está todo bien, ya fue.- y al terminar de decir esto, Valentina tomó su Martini recién hecho, y amagó para irse.
- No, pará, no te vayas. - la retuvo William, agarrándola, esta vez, con las dos manos de la cintura.
- Está Noah esperándome allá.
- Quedate un ratito conmigo.
Valentina se vio hipnotizada por la mirada tierna de William al decir esto, y por su sonrisa dulce. Parecía un nene inocente. William tenía la capacidad de demostrar la más profunda inocencia tan solo con gestos y miradas simples. Ella se quedó y tomó un rato con él ahí.
Entre risa y risa, miró hacia donde estaba Noah. Lo vio riendo, junto a Arthur y Al. Binzy estaba en la otra punta de ese largo sofá, que había en una de las esquinas del bar, con una chica.
Siguió tomando y riendo con William, despreocupada.
Llegaba un punto en el que sentía que su cabeza y su estómago no podían aguantar tanto. Esa música fuerte, al máximo decivel, varios cigarrillos psicodélicos, y mucho, mucho alcohol. Había mezclado todo tipo de tragos, y cervezas.
- Me siento mal. - dijo de repente, agarrándose la cabeza, y con un gesto de malestar.
- Tomaste mucho, Valelina. No tendrías que haber tomado tanto. - la retó William, poniéndole un apodo. Era algo así como "Valentina" pronunciado por un nene de dos años que comenzaba a hablar.
- Ustedes toman más aún. - le replicó Valentina, algo enojada.
- Sí, pero nosotros estamos acostumbrados. Vení.
William la tomó por los brazos, y la sentó arriba de él.
Comenzó a acariciarle el pelo tiernamente con una mano, y a frotarle los brazos con el otro.
Valentina se sentía algo adormecida. Lo único que quería era dormir, pero con William. Sentirse protegida por esos brazos, por ese pecho. Y poco a poco, fue durmiéndose, casi sin darse cuenta.



Se despertó en el auto que los había llevado hasta el pub.
Tenía la cabeza apoyada en el pecho de William, y estaba tapada con una campera.
- Qué hora es? Y los demás? - exclamó con la voz ronca, y entreabriendo los ojos.
- Son las cinco y media, y los demás, calculo que siguen ahí adentro. - le contestó William mirando por la ventanilla.
- Y vos por qué no estás ahí? - le preguntó Valentina, con la voz aún ronca, y refregándose los ojos.
- Porque vos te sentís mal, y no voy a dejarte sola acá en el auto. - le respondió William, con dulzura.
A Valentina le agarró una especie de enternecimiento. William parecía otro. Nada que ver al arrogante que había demostrado ser hacía un día atrás.
Sintió unas profundas ganas de besarlo. De darle uno de esos besos largos, como en las películas. De rodear su cuello con sus brazos, y darle un beso.

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