19 de enero de 2011

Ella quiere jugar sobre la alfombra.

Muchas son las cosas que se dejan cuando crecemos. Quizás más de las que parezcan.
Hay un libro que dice, que para los niños las cosas se ven de otra manera, mucho más sencillas y más pura. Entonces, es así como un niño puede considerar "hermosa" una casa con palomas en el techo y geranios en las ventanas, y un adulto considera "hermosa" una casa de doscientos mil euros.
Y es verdad...
Espero nunca pero nunca nunca nunca perder el poquito de infancia interna que aún me queda. Ese poquito de infancia que me permite seguir creyendo en Papá Noel -a pesar de que hace años que sé que son mis padres los que ponen el regalo bajo el árbol-, pensar que de noche los museos cobran vida, y al amanecer vuelven a la normalidad... o creer que los juguetes de mi hermano también cobran vida cuando uno no los está mirando.
Ese poquito de infancia que me queda, también me deja ver películas como Shrek -todas las que haya-, Madagascar, Una noche en el museo, o dibujitos como Hey Arnold, Bob Esponja, o cualquiera que yo quiera.
Ese poquito de infancia que es parte de quien yo soy.

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