20 de junio de 2011

Ojos dormidos. Ganas vacías. Manchas de té en la cocina. Es curioso que, en esta mañana de desencuentros, la persona que más encontrara fueras vos. Vos, que siempre estás perdido en algún rincón de mis recuerdos (ese rincón en el que te puse para que te pierdas).
Hace tiempo te pedí que te fueras, y te fuiste. Alguien me dijo una vez que te eché, y posiblemente así haya sido, pero lo cierto es que me gusta encontrarte de vez en cuando. Y mirarte, como esperando ese saludo que sé que no me vas a dar. Como esperando que me digas que vos también me extrañás, y me necesitás, que no hay árbol que te de más sombra que los de mi vereda, ni unión más hermosa que la de pangea, la nuestra.
Vos, que no sos el sol, ni la luna, y si me pongo a pensar, nunca lo fuiste. Vos, que ya no me importás, que no te necesito, que ya no te escribo más, y con quien no me quiero encontrar. Vos, que muchas veces quisiste hacerme feliz hasta que te diste cuenta de que no hay caso conmigo. Vos, que te busqué tanto cuando te perdiste, en el rincón de los recuerdos. Que muchas veces me encapriché, por no poder encontrarte, como si fueras ese juguete con el cual solo juego cuando estoy aburrida, pero al cual extraño si no tengo.

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